Patria, palabra cálida que ondula en el oleaje de los mares, se pierde entre las cumbres más altas de los Andes, y retorna hecha viento y poema para incitarnos a seguir avanzando. Con el ímpetu de los ideales de Mayo, el espíritu patrio impregnará los corazones de todos los argentinos, impulsándonos a vivenciar la histórica herencia que conforma nuestra identidad y nos define a través de los valores que hemos recibido como legado.
Es indudable que en este avance de numerosas décadas, muchos cambios se han sucedido. Bueno es que nos preguntemos en qué medida nos hemos aproximado, a través de nuestra conducta y de nuestras actitudes, a los valores patrios que conmemoramos en esta fecha. Adecuado y pertinente es dirigir la mirada hacia atrás para proyectarla luego hacia el futuro, y reflexionar sobre la influencia que han ejercido sobre nuestra sociedad los ideales de libertad, soberanía, grandeza, igualdad y equidad que ciñeron las vidas de los hombres de Mayo, encendiéndolos con el fuego del altruismo y la pasión, para construir esa Patria que anhelaban, suelo sagrado “con vocación de manantial y de refugio”, como bellamente lo expresa Francisco Luis Bernárdez. .
Sabemos que sin el ejercicio consciente y total de estos valores, es imposible pensar en el desarrollo pleno de la democracia y en el goce de ese país más grande que deseamos. Somos conscientes también de la existencia de múltiples obstáculos, y quizás hoy, dejando atrás ya la primera década del siglo XXI, la mención de esos valores patrios que propugnan por lograr la mayor realización personal y espiritual de toda persona, suenen más que nunca a utopía. Por qué no recordar entonces las palabras tan acertadas de Eduardo Galeano, respecto a la utopía, que nos explica: “Ella está en el horizonte. Me acerco dos pasos; ella se aleja dos pasos. Camino diez pasos y el horizonte se corre diez pasos más allá. Por mucho que yo camine, nunca la alcanzaré. ¿Para qué sirve la utopía? Para eso sirve: para caminar”.
Y mientras caminamos, sentimos que el sendero cuenta con rumbo cierto, que existe una Cruz del Sur que nos guía, y nos conforta la mirada alentadora de quienes nos precedieron. Si la utopía consiste en el deseo de la concreción de esos valores para el logro de una sociedad más justa y equitativa, bueno es que nos pongamos caminar y que las antorchas se enciendan a fin de recordarnos la vigencia de los ideales trascendentes, de aquellos que dan sentido a la vida y a la muerte.
Ningún ciudadano argentino puede negar que, sin valores, el futuro se diluye en un manojo de buenas intenciones, apenas esbozos de sueños que no llegan a cuajar en realizaciones concretas, y que, por el contrario, aumentan la desazón y el sentimiento de naufragio. Es imprescindible, por lo tanto el desarrollo y el afianzamiento de los valores humanistas , morales y espirituales que permitan contrarrestar el avance impetuoso del individualismo, la falsa felicidad que genera el consumo, el engañoso esplendor de determinados personajes o situaciones ampliamente difundidos por los medios y la pérdida de nuestra identidad por causa de una promocionada “globalización”.
A doscientos años de ese grito libertario que sacudió todo el continente americano, infundiéndole el espíritu renovador e igualitario, bueno es que nuestra mirada se inunde de pasado para renovar el compromiso con el presente y el futuro que nos debemos, a través del ejercicio de esos valores democráticos. Si como integrantes de esta Nación, no hacemos nuestro aporte cotidiano, predicando con el ejemplo en cada de uno de los ámbitos en los cuales nos desempeñamos, tampoco corresponde solicitar respuestas salvadoras a los gobiernos, a las leyes, o a las nuevas estrategias económicas.
Sepamos, en consecuencia, como argentinos, aprovechar este momento histórico para cimentar la unión a través del diálogo, del consenso, y de la afirmación de actitudes basadas en la recuperación de los valores éticos que animaron a los hombres de Mayo. Libertad, soberanía, grandeza, igualdad y equidad, indispensables si deseamos afianzar una idea de Nación que nos contenga y represente a todos, sin excepción, para que ese concepto sirva de referente continuo en nuestras prácticas cotidianas.
Para finalizar, comparto con ustedes, las palabras de nuestro máximo escritor, Jorge Luis Borges, cuando afirma: “Nadie es la Patria, pero todos lo somos. Arde en mi pecho, y en el vuestro, incesante, ese límpido fuego misterioso”.
¡Que esa llama majestuosa jamás se apague y que esta conmemoración nos permita revivirla en todo su esplendor!
Lic. y Prof. Marisa Alvez.-
(Palabras leídas en la Marcha con Antorchas realizada el viernes 21 de Mayo de 2010)
(Palabras leídas en la Marcha con Antorchas realizada el viernes 21 de Mayo de 2010)
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