jueves, 26 de noviembre de 2009

ESA FELICIDAD TAN ACCESIBLE...

Ninguna institución escolar preocupada por la calidad de su proyecto pedagógico puede negar que a la escuela le compete la función indelegable de promover el gusto por la lectura.
Tarea ésta ardua y difícil, sobre todo si consideramos los múltiples inconvenientes que pueden surgir en forma cotidiana.
Todos coincidimos en afirmar que leer es un proceso que conlleva un esfuerzo considerable, como todo aprendizaje. Es por eso que, para experimentar la motivación y el deseo de hacerlo, debemos percibir que el esfuerzo tiene sentido, y que los resultados recompensarán largamente nuestra dedicación.
Es tarea del docente, y de la escuela como institución, poner a los alumnos en contacto permanente con los libros. Este acercamiento les brindará la magnífica posibilidad de comprender su entorno, de entender el mundo y de abrir infinitos horizontes. Además de la lectura como función social e instrumental, existe el innegable goce de la lectura por placer. La que nos lleva a vivir mil vidas, a conocer escenarios distantes y a experimentar variadas emociones y sentimientos. Pero, sobre todo, debemos comprender que leer adecuadamente, interpretando y efectuando un juicio crítico, nos permite adquirir y ejercer un cierto e innegable poder.
Poder y placer. Una síntesis que refleja el complejo proceso de la lectura y sus consecuencias.
Por ello, sin dudar, son las instituciones quienes deben generar en sus alumnos la voluntad de leer, más como una necesidad personal y como fuente de satisfacción que como una obligación escolarizada. Únicamente así la lectura entrará al plano lúdico y placentero.
Para comenzar, es imprescindible respetar el derecho que cada persona tiene a elegir lo que desea leer. Luego, debemos acompañarla con nuestras propias lecturas, comentarios y reflexiones, compartiendo un tiempo y un espacio agradables. Poco a poco, frente a los ojos asombrados de los niños, se desplegará ese universo maravilloso al que solo se llega por el diálogo personal e íntimo con un libro. Sin embargo, también allí debe estar nuestra mirada, nuestra sonrisa y nuestro aliento: “Podés hacerlo. Yo te acompaño. Vale la pena intentar. Probemos otra vez”. Y cuando sus pupilas brillen, comprendiendo, mientras sus deditos hojean una a una las páginas que despiertan y avivan su imaginación, lo dejaremos disfrutar, con una alegría interior solo comparable a la suya.
Poder y placer...Frente a un mundo en crisis y una realidad no siempre agradable, la lectura es el oasis en el que descansamos, recuperando fuerzas para actuar en búsqueda de un mundo mejor.
¡Que “la lectura, esa felicidad tan accesible”, según palabras de un genial escritor, no deje de instalarse en nuestras aulas y permanezca allí para siempre!

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