viernes, 19 de junio de 2009

PROYECTO DE AUTOEVALUACIÓN INSTITUCIONAL (ISFD)

Río Paraná y Costanera de Corientes (Cap. ).- Fotografía: Marisa.-

El desarrollo de una experiencia de autoevaluación institucional, a partir de la generación de condiciones para que los propios actores den cuenta de lo que realmente pasa y les pasa en los institutos, es una oportunidad privilegiada para fortalecer las instituciones formadoras, instalando una dinámica de mejora permanente. De esta manera se favorecerá una nueva perspectiva de cualificación de los ISFD en la provincia, lo que allanaría, a su vez, un tránsito diferente hacia la certificación, centrado en el propio pensamiento institucional.

En líneas generales, partimos por entender a la autoevaluación institucional como “un proceso que se basa en la evaluación de uno mismo, junto con otros, en el contexto de una institución”. Desde esta perspectiva, la evaluación no es planteada desde la lógica del control sino que, por el contrario, es concebida como una experiencia colectiva de aprendizaje de parte de los sujetos involucrados en dicho proceso.


La evaluación institucional apunta a conocer y comprender los modos de organización y comunicación entre los sujetos y los vínculos que se construyen entre los mismos, con la intención de revisar y mejorar la tarea sustantiva que los convoca en las instituciones. Específicamente, la tarea de un Instituto Superior de Formación Docente comprende la función de “formar docentes”. Desde esta perspectiva, la institución es pensada, no sólo como establecimiento, sino como subsistema de la formación docente local y nacional.

Este proyecto parte por identificar el malestar en las instituciones como un estado de situación que fundamenta la construcción de un dispositivo de evaluación institucional. Este malestar se manifiesta a través de algunos indicadores: la sensación de no reconocimiento de los sujetos y de su tarea, la dificultad y/o imposibilidad de llevar adelante proyectos en equipo o de lograr acuerdos básicos, el trabajo aislado e individualista, la dificultad de tomar decisiones compartidas, las instancias ficticias de participación o la falta de interés por participar, el “no-compromiso”, la desconfianza permanente, los malentendidos de la comunicación que suelen encerrar intenciones poco claras y a su vez, dan cuenta de un discurso ambiguo, la denuncia de grupos de concentración de poder que deciden arbitrariamente sobre la institución y sus actores y el corrimiento de las funciones sustantivas de la institución formadora: educar, enseñar, aprender, formar.

La autoevaluación institucional se realiza a partir de un conjunto de estrategias que se acuerdan con las autoridades provinciales, el Equipo Técnico Provincial y específicamente, con cada institución formativa. La estrategia de base, que se instala progresivamente en cada ISFD comprende la puesta en marcha de un dispositivo de reflexión y revisión sobre la propia práctica, de parte de los actores institucionales en instancias colectivas de trabajo. Esta revisión no se centra en los aciertos o errores de las personas sino en la reflexión de la propia práctica. Otra estrategia de evaluación institucional se basa en la realización de talleres periódicos con los equipos directivos en tanto que espacios de sensibilización sobre la especificidad del dispositivo de evaluación institucional al mismo tiempo, que se constituyen en espacios formativos para la gestión institucional.

El dispositivo de evaluación institucional propone: el encuentro sistemático de los actores, por grupos homogéneos (sujetos que “hacen lo mismo” dentro de la institución, sin la presencia del responsable o coordinador de ese grupo), y la presencia de un facilitador de la institución que interviene creando las condiciones para que la reflexión y la revisión sobre la tarea sustantiva sucedan. A su vez, las reuniones por grupos tiene por finalidad producir una comunicación escrita con aquellos temas acordados y que se desean comunicar al resto de los actores institucionales. Esta instancia de difusión garantiza la visibilidad y la circulación de los temas abordados en cada grupo.

La posibilidad de trabajar por grupos homogéneos, con la presencia de un facilitador, a modo de acompañamiento que garantice una comunicación grupal (oral y escrita) cuidada y respetuosa, apunta a: la democratización de los modos de organización y comunicación institucional, la construcción de relaciones más igualitarias y cooperativas entre los sujetos de la institución superando vínculos de subordinación autoritaria, la reconstrucción de una “trama social pensante”[1] revalorizando el potencial de lo colectivo y el aprendizaje de la participación “real”[2] en espacios de confianza y en un ambiente saludable.

El dispositivo se apoya y trabaja en una doble lógica: descendente y ascendente. La lógica descendente apunta a que las autoridades de la gestión provincial y las de las instituciones comprendan y faciliten las condiciones para que el dispositivo se ponga en marcha al interior de la cada una de ellas y la lógica ascendente tiende a que los distintos grupos homogéneos construyan propuestas y demandas que interpelen al nivel jerárquico superior, habilitando un sano proceso comunicacional que permita la mejora y el fortalecimiento de los Institutos.


El dispositivo, que favorece la democratización de las instituciones, supone reflexionar y repensar el lugar de la autoridad con el fin de reconocerla, fundamentarla y legitimarla por los colectivos institucionales. Además, el ejercicio de un modo distinto de desplegar las relaciones de jerarquía, favorece la exploración de otro modo de construir/socializar el poder en la institución. Esto favorece, centralmente, que los diferentes actores institucionales se apropien del poder sobre su propia tarea[3].

El dispositivo se fundamenta en la idea por la cual la potencia del cambio y la mejora de los Institutos está en las propias instituciones y en la capacidad colectiva de sus actores de gestarlo.

El dispositivo no propone soluciones simples ni inmediatas frente a las situaciones complejas, más o menos problemáticas, que suelen caracterizar, hoy en día, a las instituciones formativas y a sus contextos locales o regionales. El dispositivo trabaja con el conflicto institucional. No lo niega ni lo elude. Dicho de otro modo, el dispositivo no supone un estado de “armonía institucional”, el cual hay que alcanzar o restituir como resultado “exitoso” de un proceso de evaluación. Por el contrario, se basa en una concepción de la institución que sitúa al conflicto como motor del cambio y de la dinámica institucional[4].

El dispositivo se instala desde la dimensión del largo plazo en la temporalidad de una institución. Es decir, implica un proceso que se construye progresiva y gradualmente en la cultura singular de cada una. Exige constancia y registro de los avances así como también, de las resistencias que marquen la necesidad de repensar estrategias de tratamiento de los conflictos. Este posicionamiento frente a la dimensión temporal, descarta la posibilidad de fijar de antemano tiempos previsibles. La finalidad última, de largo alcance, en un proyecto de estas características, se oreinta a que la evaluación se instale como una modalidad de funcionamiento institucional, instituyendo espacios para la reflexión permanente, la discusión y el análisis de la práctica entre los distintos actores.

[1] Ulloa, F. Sociedad y crueldad. Diciembre de 1999. http://www.psiconet.com/foros/
[2] Sirvent, T. Estilos participativos. ¿Sueños o realidades? Revista del IICE. 1983.
[3] Esta propuesta se fundamenta en el movimiento de apropiación del acto, elaborado por G. Mendel e implica que el sujeto se hace cargo de su acción. A su vez, da cuenta de la capacidad instituyente del sujeto al invertir la lógica del cambio impuesto desde afuera. (Mendel, G. Sociopsicoanálisis y educación. Novedades Educativas. Facultad de Filosofía y Letras. UBA. 1996)
[4] Es interesante pensar la presencia del conflicto y su relación con la democracia como instancia política de decisión. Al respecto, P. Ricoeur afirma de modo contundente: “(…) una democracia no es un régimen político sin conflictos sino es un régimen en el que los conflictos se hallan abiertos y son además, negociables. (…) En ese régimen, el conflicto no es un accidente ni una desgracia: es la expresión del carácter no decidible de modo científico o dogmático del bien público (…) La discusión política no tiene conclusión, aunque no exista sin decisión”. (Ricoeur, P. Postface a Temps de la responsabilité, Lectures 1, Autour du politique, Paris, Seuil, Essais. 1991). Estas ideas nos sirven para iluminar el análisis de la presencia del conflicto en la vida cotidiana de una institución, tendiente al desarrollo de una gestión democrática.


FUENTE: INSTITUTO NACIONAL DE FORMACIÓN DOCENTE

DIRECCIÓN GENERAL DE DE EDUCACIÓN SUPERIOR DE CORRIENTES

PROYECTO DE AUTOEVALUACIÓN INSTITUCIONAL
(Material de presentación para los Institutos Superiores de Formación Docente)

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